Las suaves notas que
detallan la ternura de su voz se impregnan lenta e imperceptiblemente en el
alma; sus movimientos caóticos, espontáneos, desarticulados distraen la razón,
dando lugar a lo insondable y errático,
a aquello que escapa a la lógica; sus risas tormentosas, acaloradas, tibias,
desencajadas o celestes, nos hacen pensar seriamente en la frescura del alma;
su franqueza, su inefable picardía, esa frase o pregunta dirigida al cogote del
sentido, ponen de cabeza la más elaborada diplomacia humana; esas rabietas de
corta duración, el labio salido, la jeta colgante, los dientes apretados, el
ceño fruncido, las lágrimas de frustración, esa punzada de ira, que dura unos
segundos, para dar luego paso al algodonado perdón; ese nomeimporta hacia algunos, hacia los prejuicios, hacia los juicios,
hacia las reglas, los establishments,
hacia las diferencias y las tradiciones; esas miradas de tonalidades
angelicales, amalgamadas con la cadencia que le da a los ojos el odio, esas
miradas dulces, traviesas, quisquillosas, asombradas, esas miradas de néctar y
de hielo; en resumen eso, aquello que encuentro en los niños, eso que poco a
poco vamos perdiendo, eso que consume impiadosamente la vida, aquello que
amamos alguna vez, ésto que les hace a ellos ver la vida Con Ojos de Niñ@…
-Walfre Beltrán-
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